Automóvil
Postureo medioambiental
Queremos calles sin coches, sin los coches de los demás. Reivindicamos la movilidad sostenible para el prójimo. Somos ecologistas no practicantes. Eso sí, cuando nos preguntan, más aún si es en público, nos declaramos fervientes partidarios del coche eléctrico.
Lo bueno de las encuestas es que, a diferencia de la nutricionista o de la Hacienda Foral, toleran dosis de ficción en el relato porque después nadie lo verifica. Y, como salen gratis, son una invitación al postureo medioambiental. Si sus resultados fueran fiables, la transición tecnológica y la descarbonización se resolvían en dos tardes.
El 60% de las personas que dicen plantearse la compra de un vehículo nuevo a corto o medio plazo, antes de un año, muestra abiertamente su predilección por modelos electrificados; los híbridos convencen al 44 % y los BEV a otro 16 %. El dato solamente¡ sirve para elaborar titulares facilones. De ser cierto, los coches a batería serían legión. Buena parte de esa clientela potencial suele cambiar de parecer en cuanto se topa con la cruda realidad del eléctrico, cuyas ventajas no compensan siempre, ni a todo el mundo por igual, los engorros que comporta: mayor coste de adquisición, dificultades para garantizar la recarga, autonomía limitada…
Del millón escaso de coches matriculados en 2023 en el mercado español, únicamente un 5,5 % tiene impulsión eléctrica; otro 31,9 % emplea sistemas híbridos y el 6,5 % son enchufables.
Los denostados diésel fueron la opción preferida por el 12,5 % de quienes estrenaron coche; también la de la mitad de los casi dos millones que se conformaron con un usado. Lo malo es que el 18% de los VO transferidos el ejercicio anterior (348.496 unidades) tiene entre 10 y 15 años. Peor es que el 40,3% (782.016) supera los tres lustros de edad.
El problema quizá no es que haya pocos eléctricos, sino que hay demasiados de estos coches obsoletos, y por ello contaminantes y peligrosos. Mientras las autoridades del ramo buscan una solución, la gente corriente deberíamos revisar nuestras pautas de comportamiento y consumo, porque la movilidad sostenible no consiste solamente en hacer buen uso del coche propio, también pasa por que el repartidor de comida o el de Amazon no parezcan de la familia.